Satanización de creencias indígenas espirituales de El Moján, desde la llegada de los europeos
Ínfulas de supremacía del conquistador
Con la llegada de los europeos al lago de Maracaibo, en el año 1499, comenzó una imposición de creencias e ideologías sobre todo aquel poblado que hubiera a su paso.
Primero, por considerar que los pobladores indígenas, a quienes llamaban “indios”, no eran personas, puesto que los consideraban “bestias salvajes” y si acaso podían llegar a ser seres humanos de clase muy inferior a los europeos. El conquistador trató a nuestros ancestros, llegándolos a considerar bestias sin alma o una especie de sub-humanos que había que “humanizar” imponiéndoles la cultura y religión dominante.
Segundo, el invasor tiene claros sus propósitos geopolíticos, con un mando único concentrado en el Estado Monárquico de inspiración católica, es decir, monoteísta; la orden real tiene la bendición del “príncipe” de Dios en la Tierra, el Papa. La Corona de Castilla se cree con la razón de conquistar nuestro continente, por “derecho divino”, ya que el acto “legal” que soporta la acción bélica contra los nativos, es la “donación” que el Papa Rodrigo de Borgia (Alejandro VI), “en nombre de Dios”, le hace a España y Portugal del “nuevo mundo” al que llegó Colón. Por lo que el emperador Carlos V heredó el poder para entregarle Venezuela a los banqueros alemanes el 27 de marzo de 1528 (Welser o Belsares), para “conquistar, explotar, poblar y gobernar”, desde Maracapana hasta el Cabo de La Vela. La concesión incluía licencia para esclavizar los indios rebeldes e introducir esclavos negros, inaugurándose así el régimen esclavista en este continente.
Existencia de creencias
espirituales originarias
Así reseña José de Oviedo y Baños la situación de los pueblos originarios del Lago para 1686, cuando él visitó estas orillas, develando sin proponérselo, lo diezmados que habían sido nuestros ancestros por la acción del invasor.
Es obvio que en esa fecha aún los invasores más letrados, desconocían absolutamente la realidad indígena, como se puede comprobar en este párrafo de la obra de Oviedo y Baños: “Sus costumbres en la gentilidad fueron bárbaras, sin política, gobierno, ni religión, que los acreditase racionales, pues aunque convenían todo en ser idólatras, valiéndose de piaches y mohanes, para consultar al demonio, y observar sus agüeros y supersticiones, se diferenciaban todos en las circunstancias del culto; pues no teniendo Dios general a quien adorase una nación entera, cada indio de por sí rendía veneración, atribuyendo divinidad al objeto que más le inclinaba su afición, y así era muy raro el animal, sabandija, cerro o peñasco que no tuviese algún devoto que con obsequio de sumisión le consagrase aras de rendimiento…”
Evidentemente, la impronta religiosa persigue al indígena más allá de la simple evangelización, la misma que impusieron con la cruz y con la espada, sobre todo con esta última. Los llamados “requerimientos”, constituyeron la intimación a través de la cual se conminaba al indígena a aceptar la religión del invasor, so pena de ser castigado con la guerra y la esclavización. Es un elemento esencial del esquema civilizatorio colonialista.
Según Rafael Fernández Heres “al Requerimiento se acude para justificar la intervención, y allí, están expuestas las razones teológicas y políticas que a juicio del invasor le dan legitimidad, y ordenados los procedimientos para actuar”.
Evangelizar para eliminar creencias espirituales originarias
Luego de ser erigido El Moján en parroquia, en honor al obispo Rafael Lasso de la Vega, y bajo la advocación de San Rafael Arcángel, comienza un período de evangelización por parte de los monjes capuchinos para convertir a los naturales al cristianismo y “tratar” de eliminar las prácticas de los Mohanes, que eran consideradas como cosas del demonio por los españoles, predominantemente católicos.
El periodista Arturo Chacín apunta lo siguiente: “Los mohanes eran curanderos y hechiceros [,] relatan los libros de la parroquia San Rafael. El obispo Lasso le pone San Rafael para librar al pueblo de los brujos y piaches”.
Para el año 1933, el presbítero Luis Antonio Carrera, con la misma visión del obispo Lasso de la Vega, “bautizó” la localidad llamada “La Ranchería”, luego de dividirla en dos, como Nazareth y Belén. Se pretende así borrar, suprimir y ocultar lo que, por años, incluso antes de la llegada de los conquistadores, había sido parte intrínseca de la cultura de los habitantes originarios de El Moján.
Incremento del ataque a las creencias espirituales originarias
Con el paso de los años, se fueron incorporando variantes de la idiosincrasia cristiana tales como el protestantismo, la iglesia ortodoxa, la iglesia anglicana, evangélicos, testigos de Jehová, entre muchos otros. Aunque todas las variantes tenían marcadas diferencias entre ellas, comparten principios como la “satanización de la práctica espiritista de los mohanes”, por lo que a medida que aumentaba la población de esas variantes se relegaba al desprecio, burla y vergüenza a quienes creyeran y practicaran preceptos distintos al de ellos.
Sin embargo, paradójicamente, se observa a feligreses de las distintas variantes del cristianismo llegando a consultarse con los Mohanes, tal como lo hacían los españoles al conocer de su existencia y sus aptitudes.
Libertad de culto
Ante la situación de opresión de unas religiones sobre otras, en muchos países se ha promovido la libertad de culto, llegando incluso a ser temas que adquieren sus propias leyes para tratar de mantener esa libertad de practicar y profesar la acepción de fe que cada persona pueda tener.
En el caso específico de El Moján, la disminución de los practicantes del mohanismo se vio marcada con la proliferación de iglesias evangélicas, que incluso restó buena parte de seguidores a la iglesia católica. Sin embargo, la dinámica religiosa se ha mantenido variante, puesto que las personas, con la presente libertad de culto, han ido congregándose en una y otra religión hasta encontrar la que cumpla con sus expectativas y percepciones espirituales.
Fuentes:
La infundada fundación de
Maracaibo. Yldefonso Finol Ocando
El Libro del Pueblo Añú.
Yldefonso Finol Ocando
Arturo Chacín. Comentarios en
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